Fue ver este vídeo del genial Sheldon Cooper y pensar en el trabajo que se hace en la terapia Gestalt. En clave de humor, este vídeo refleja bien la múltiple composición personal que nos conforma. Y esto es lo que me enamoró de la Gestalt: cómo me lleva a dar voz a los "personajes internos" que de mí van emergiendo, cómo me presenta a las Begoñas que en mí conviven desde mi infancia y con qué emociones se asocia cada una de ellas. Así, me he encontrado con mi Begoña solitaria, la estructurada y disciplinada, la curiosa, la cara de acelga, la amorosa, la madre, la miedosa, la punky, la luchadora... y ¡sigo conociéndome!
En mi vida, antes de observarme a través del trabajo personal gestáltico, creía saber cómo era yo y lo que hacía conmigo sin darme cuenta era, más o menos, fiarme del personaje interno que más mandara sobre el resto. Hoy tengo una idea más amplia de mí, también tengo más presente mis recursos y esto me hace ser más eficaz a la hora de resolver lo que se me presente.
Porque si algo he aprendido en estos años, es que todos los personajes tienen algo que decir, aparecen por alguna razón, para ayudarnos a gestionar algo, para recordarnos algo... El problema viene cuando no les escuchamos y alguno de ellos se queda mandando más de la cuenta, sin dejar opinar al resto de personajes y, no sólo eso, sino que llegamos a confundirle con lo que somos, quedándonos también enganchados a una emoción y desarrollando, en muchas ocasiones, un autoconcepto equivocado.
Es cierto que no es fácil darle voz a determinadas emociones como la ira, el miedo o la tristeza porque suele asustarnos, de alguna manera, pensamos que darles voz nos hará sufrir y preferimos evitar un contacto directo con ellas. Como no es una práctica sencilla, es mejor hacerla con un acompañamiento terapéutico adecuado. Recuerdo, especialmente, a una persona con quien trabajé para darle voz a su ira y, tras el trabajo, me respondió: "Nunca le había dado voz a mi ira, nunca antes la había escuchado, no pensé que estuviera aquí para ayudarme en nada, pensaba que sólo era destructiva... Ahora que la he conocido un poco más, que me ha explicado por qué está aquí, hasta me cae bien". Y sí, respuestas como esta se suelen producir después de dar voz a las emociones y a los personajes más temidos. Darles voz nos lleva a comprender por qué se presentan, cuál es su función, de qué nos avisan... Así, nuestra ira puede salir para recordarnos que nos hace falta poner límites; el miedo para que nos demos cuenta de si contamos o no con todos los recursos necesarios antes de hacer algo; la tristeza para invitarnos a estar un tiempo recogidos y digerir lo doloroso...
Lo bonito del trabajo terapéutico es ver cómo cambia la persona desde el momento en que decide probar a escucharse a sí misma y comprender sus emociones, lo que dicen su cuerpo y sus personajes... Al hacerlo, todo cobra más sentido en su interior, disminuye o cesa la lucha interna y esto le lleva al crecimiento, pues comienza a ver lo que necesita y esto es el primer paso para el cambio. Aquí es cuando la persona se alegra de haberse atrevido a ver qué es esto de hacer terapia gestalt, qué es una"silla vacía" y tantos otros recursos... y también cuando yo me alegro de hacer un trabajo tan bonito.
Por todo esto, os invito a probar el trabajo personal que realizo en mis sesiones y, entre otras cosas, ¡a conocer personajes! por qué no.
Begoña León
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