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¿Quién dice que no puedo jugar?


"No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar"

G.B. Shaw (1856-1950)


Quiero dedicar mi reflexión al derecho de los adult@s a jugar. Considero el juego no sólo un derecho, sino también una necesidad que nos nutre y enriquece a quienes dejamos nuestra infancia hace muchos años.


Yo, una mujer adulta y madre, a mis 42 años, disfruto con el enorme juego que me da un simple charco. Pisar el agua, remover el barro del fondo con mis botas, oír ese ¡plash!, ¡plash! al remover el agua con todas mis ganas... Mi risa que nace sola, que se presenta al mundo, mis ganas de divertirme que crecen por momentos, mi energía que se renueva, mis hijas que me descubren más viva y feliz. Y yo me pregunto viendo cómo me mira la gente al pasar: "¿Quién dice que los adult@s no podemos jugar?"


Para mí es importante no olvidar la idea del dramaturgo Bernard Shaw quien opinaba que: "No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar". Por este motivo, defiendo mi derecho, no a tener que sacar a mi "niña interior" para permitirme jugar sino, a jugar y disfrutar, como nunca, pisando charcos y manchándome de barro como una ADULTA feliz y, sobre todo, libre.


Quiero rescatar también al psiquiatra Stuart Brown quien defiende, al respecto de la importancia del juego a lo largo de toda nuestra vida, que "lo opuesto al juego no es el trabajo, es la depresión", sinceramente, creo que razón no le falta.


Por todo esto, como adulta, reivindico mi juego, mi risa, mi espontaneidad, mi alegría, mi sorpresa, mi mancharme y ponerme perdida, mi dejar en el charco tensiones, miedos, tristezas y frustraciones para, por suerte, llevarme del charco valiosos regalos como el contacto con el barro, el agua, con mi persona más auténtica y sentir la alegría de ser yo.


Y tú ¿te animas a pisar algún charco?


Begoña León

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